CRÍTICA "Oppenheimer" - Christopher Nolan

Valientes aquellas apuestas cinematográficas que deciden adelantarse a la tradicional temporada de premios mediante el prematuro estreno de cintas multimillonarias. Ha sido es caso de un par de películas en este verano y hoy es digno de comentar al menos una de ellas. Y es que no podría ser otro que Christopher Nolan (Origen, Interstellar) que propone un estilo aparentemente clásico y normativo como se trata del biopic, pero desde un prisma y estilo muy personales, y desde tres horas de largometraje a pleno pulmón.

Oppenheimer narra la historia de un científico a lo largo de los años, pero centrándose en los trabajos dirigidos al proyecto de creación de las bombas atómicas que en agosto de 1945 asolarían las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo, no deja de ser una cinta que pone foco en la vida y trayectoria del físico natural de Manhattan.

La posible intimidación que a cada vez más personas les produce ver que una película cuenta con una duración alrededor de los 180 minutos se queda diluida dado que tres horas de Nolan no son tres horas en cualquier otra película o con cualquier otro director delante. Nolan, (aclamado y popularmente reconocido con numerosas cintas como las mencionadas anteriormente) coge de la chepera al espectador y este le vuelve a conducir por los pasos que le han llevado a ser uno de los nombres más reconocidos de Hollywood. Probablemente él sienta que es lo que le funciona y no desea cambiar el planteamiento... al fin y al cabo sería algo lógico. Otra opción, es que directamente no sepa actuar de otra manera. El caso es que el inicio ofrece unos instantes de asentamiento en los que el espectador puede hasta llegar a estar perdido. A lo largo de los primeros compases, no se tiene muy claro quién es quién, o incluso el significado del juego de momentos temporales que se está viviendo. Sin embargo, transcurridos unos veinte o treinta minutos, la narración se asienta y se prepara para el viaje trepidante, ágil, extenso y explosivo del que se goza durante algo más de dos horas y media restantes de metraje. A partir de ese momento, ya la trama es continuada, con un estilo muy atractivo y perfectamente reconocible en el director británico. Un espectador no se va a perder con facilidad.

Personajes van apareciendo en la historia (un gran número de ellos) y las escenas centradas en el protagonistas se intercalan y se suceden con alegría y con un ritmo frenético en ocasiones y que, sin embargo, no cansa en ningún momento hasta los minutos de zenit o eclosión de la trama planteada. 

Todo parece circular en una misma dirección, el objetivo de Oppenheimer es claro y la trama sustenta todo lo necesario para ir avanzando hacia ello. En ese momento, no se plantean mayores inconvenientes. Sin embargo, más adelante se explorará en la parte más sentimental de la historia, donde nuevos personajes entrarán en juego en cruces emocionales que alivian y descongestionan la trama más principal.

Adicionalmente, si creíamos que algo se podría escapar de la esfera de este notabilísimo guion, incluso contamos con trazas reflexivas, que favorecen el análisis y el pensamientos sobre la relación con lo visionado en la cinta en el contexto de la sociedad y la vida actual. Y, por supuesto, de cómo la historia concreta narrada ha afectado o puede afectar a la historia universal.

Digna mención es de realizar hacia Cillian Murphy (El caballero oscuro, Sunshine), el protagonista de esta cinta que afronta quizá su primer papel de protagonista realmente de calado mediático. Vertebra toda la narración desde un personaje tremendamente preparado profesionalmente, llevando a la vez un perfil bajo pero con el carisma y la capacidad para articular la trama desde diversos puntos de calado, siempre con él como eje director de los acontecimientos sucedidos.

Nolan probablemente sea el director más en forma de la actualidad. Ha logrado durante toda su carrera crear películas mainstream y dirigidas a grandes audiencias pero con un toque personal que le ha hecho llegar donde está. Se trata de su película menos fantástica y sobrenatural, pero aun así logra posicionar su estilo. Eso sin duda se observa en la narración, en los diálogos y un guion con mucho contenido. Una vez más, lo ha conseguido. Y una vez más, regalar tres horas de vida retorna en una experiencia portentosa, atrapante y a un ritmo frenético con el que es un gusto dejarse llevar. Este tiempo nunca es un problema con propuestas de este calado, porque sin duda las merecen.


Post realizado por Diego Senso.



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